domingo, 14 de septiembre de 2008

Pena de muerte a los secuestradores

¿Cómo se sentiría si secuestraran a algún familiar? ¿Qué le gustaría hacerles a esas personas? Yo lo tengo muy claro. Me gustaría matarlos con mis propias manos. Secuestrarlos y hacer una película gore con ellos. Ya sabe, amarrarlos a una silla y sacar la vieja sierra eléctrica para cortarlos en pedacitos. También podría utilizar las viejas ideas que se me ocurrieron cuando una antigua novia me engañó: calentar una gran hoya con aceite hirviendo y meterles la cara. Tal vez podría verme más clásico y basarme en una historia de Heródoto: matarlos, prepararlos para la cena e invitar a sus familiares al convite. Al final de la velada, llevarles la cabeza y revelar la verdad. También podría...
Esperen un momento. Si me dejo guiar por mis ideas de venganza no seré más que un secuestrador-asesino creativo. Pero en el momento en que suceden estas cosas, al menos es terapéutico imaginarlas. Sin embargo, por más ganas que pueda tener de regresar el mal recibido, no soy un asesino. Lo siento. De hecho, nuestro deber es otro.
Si alguien nos hace mal, debemos pagar con una buena acción. Ya lo sabía Platón desde el libro II de La República. No podemos hoy en día, proponer un regreso a la ley del Talión y pedir ojo por ojo, diente por diente. ¿Por qué?
La respuesta es tan obvia como tonta la pregunta: porque el mal destruye a la sociedad, incluso si lo hacemos a las personas que hacen mal. De hecho, se inicia una cadena inacabable: me asaltan, como castigo, los policías golpean y encarcelan al ladrón. Dentro de la cárcel lo violan, lo hacen menos y lo juntan con gente que le vende droga. Dos años después lo dejan libre. A los tres días, roba de nuevo o secuestra y asesina. Así con cada criminal, ad infinitum.
Pero entonces, ¿hay que poner la otra mejilla y entregar la ciudad a los delincuentes? No sea ridículo, por supuesto que no. Uno debe poder proteger a su familia de los peligros (eso es algo bueno). Si alguien hace algo malo en contra de los demás, debemos recluirlo, pues utiliza su libertad para hacer daño. Sin embargo, eso no es un castigo para que se retuerza del dolor. Sólo es una consecuencia de sus actos, y para evitar que haga mal, lo apartamos de los demás. Sin embargo, debemos hacerle un bien. Ese es el mensaje que debe darle la sociedad a los delincuentes. Debemos responder el mal con el bien.
Ya sé. Seguro está a punto de dejar de leer. Son "cursilerías" de alguien que no ha sufrido, ingenuidades "idealistas" que no resolverían nada. No es así. ¿Qué bien podemos hacerle al secuestrador?
Ponerlo a trabajar para pagar su reclusión. El trabajo, tener algo que hacer, da sentido a nuestras vidas. Nos da un lugar en la sociedad. Claro que no le vamos a dar a escoger. Le tocará un trabajo difícil. El que nadie más quiera hacer pero que sea muy necesario. Por qué no lo ponemos a escanear todos los libros de la biblioteca nacional o alguna otra cosa útil. Algo con lo que paguen su estancia y comida en la cárcel pero que además deje algo bueno y útil a la sociedad. Por qué no les damos la oportunidad de donar sus órganos al morir y así salvar vidas. Tal vez nunca los dejemos salir de la cárcel, pero si los ponemos a estudiar también podrán hacer cosas más productivas. Pueden ofrecérsele incentivos que mejoren su calidad de vida en la cárcel.
Tal vez no entenderán que todo eso es un bien no sólo para la sociedad sino para ellos. Pero les damos la oportunidad de que algún día lo entiendan. De que, a pesar de no poder salir de la cárcel, siguen teniendo la oportunidad de encontrarle un sentido a su vida y hacer el bien a los demás. De reparar un poco del daño que hicieron. Ese es el tipo de lección que tiene que darle la sociedad a los secuestradores.
Yo sólo necesito un legislador que me robe la idea. Que sea muy difícil de lograr no quiere decir que debemos renunciar a las metas más altas que puede ponerse el ser humano.


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